República Cromañón —también conocida como República Cromagnón o simplemente como Cromañón— fue una discoteca ubicada en la zona de Once en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, trágicamente conocida a raíz de un incendio que comenzó la noche del 30 de diciembre de 2004, durante un recital de la banda de rock Callejeros. Este incendio provocó una de las mayores tragedias no naturales en Argentina, causando la muerte de 194 personas y al menos 1432 heridos.
El incendio causó, además, importantes cambios políticos y culturales. En relación a lo político, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires inició un juicio político para destituir al entonces Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, por considerarlo responsable político de la tragedia. Este enjuiciamiento terminó con su destitución, siendo reemplazado por el Vicejefe de Gobierno Jorge Telerman. En cuanto a lo cultural, la tragedia concientizó a la sociedad sobre el estado de las discotecas y locales destinados a espectáculos musicales. El gobierno revisó el estado de las discotecas y locales bailables, resultando en la clausura de una gran cantidad de ellos.
El caso Cromañón no fue solamente un hecho puntual que combinó múltiples factores que lo hicieron posible y dramático sino que puso en evidencia una combinación de factores negativos que en ese momento y lugar particulares se repetían con alarmante frecuencia. Todas esas circunstancias tenían su fundamento en el hecho de que los pequeños intereses económicos de sus responsables fueron puestos por encima de las obligaciones necesarias de seguridad.
Permitir el ingreso de un número mucho mayor de asistentes que los autorizados por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no contar con la infraestructura necesaria que permitiera una salida rápida y segura en caso de una emergencia como la que se produjo, tener la “costumbre” de resolver fácilmente estas carencias simplemente con dádivas a quienes estaban a cargo de controlarlas, no disponer de ambulancias ni de servicios sanitarios suficientes para afrontar una tragedia de estas dimensiones, conductas irresponsables de algunos participantes estimulados por el alcohol y quizá también las drogas, hicieron que se perdieran casi doscientas vidas y se afectaran gravemente muchas más.
Nunca más debemos pagar esos pecados de inconducta con las existencias de nuestros seres queridos. Pero para ello debemos disponer de un elemento del que carecíamos en ese momento y seguimos careciendo: un sistema de justicia que asegure que “el que las hace, las paga”. Porque no son solamente los familiares de los fallecidos y lesionados quienes deben activar respuestas de ese poder del Estado sino que toda la sociedad debe exigir una acción rápida y ejemplificadora.
El siniestro de Cromañón ya no tiene retorno, pero puede tener un después. Un tiempo mejor en el que estas cosas se prevengan dentro de lo posible haciendo que cada pequeño o gran responsable cumpla moralmente con su deber. Porque no podemos más llamar “fatalidad” a lo que podía evitarse o paliarse notablemente con solamente poner el valor de la vida como contrapartida de ciertas miserias humanas que conocemos muy bien pero que, irracionalmente, hemos tolerado durante demasiado tiempo.
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