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Bulimia y anorexia: claves de dos enfermedades de las que se habla poco





Por Claudia Durán*
Cuando apuntamos a la sociedad y los estereotipos de belleza y bienestar que trata de mostrar como válidos, generalmente lo hacemos mirando al costado, olvidándonos de poner en práctica una vieja y conocida frase: la "mea culpa".

Bulimia y anorexia son dos términos que se asocian, con cierta liviandad, a todo aquello referido a la moda y las influencias que ejercen los medios al proponer determinado ideal de belleza, sobre todo en los adolescentes, derivando muchas veces en severos trastornos que lógicamente acusan factores con bases mucho más profundas y arraigadas de las que solemos ver.

Sucede cuando nos vemos a nosotros mismos en espejos rotos. Esos que distorsionan la realidad y muestran lo que no somos. Espejos que reflejan miedos, dolores, ausencias, y tanto más, que llevamos dentro y que a todos nos afecta en diferente forma.

Las causas emocionales son el disparador más ágil y elocuente de esta problemática que modifica vidas y sueños a muchos adolescentes, especialmente chicas, en su camino a convertirse en mujeres.

Vulnerables

En todos los casos donde se manifiestan desórdenes alimenticios, ya sea por la compulsión de comer en demasía, provocando luego el vómito -bulimia- o bien por la restricción excesiva en las ingestas -anorexia- hay un patrón psicológico latente que facilita el desencadenamiento de estas conductas.

Todo trastorno alimentario, sea bulimia, anorexia u obesidad, conlleva una causa emocional o afectiva que se manifiesta en la persona a través del acto de comer compulsivamente o no comer.

En los casos de anorexia, generalmente hay una gran necesidad de aprobación externa, o sea, una necesidad de complacer y acomodarse a los deseos de los otros, posiblemente para fortalecer una autoestima vulnerable y en esto tiene mucho que ver lo familiar.

Algunos testimonios

Cecilia tenía 15 años cuando comenzaron sus conflictos con la comida, derivando inevitablemente en anorexia. "Quería ser flaca y yo me veía gorda, para mi estaba gorda. Miraba las calorías de todas las comidas pensando que todo me iba a hacer engordar", cuenta con el tono propio de lo ilógico, y asegura que, "vivía a dieta y hasta escondía la comida o decía que ya había comido, para que no se dieran cuenta en mi casa".

Aceptar su enfermedad no fue una tarea simple y de hecho el proceso de recuperación de Cecilia no fue solamente propio, sino también de sus padres que debieron involucrarse y tomar parte en la salud de su hija, que se desmoronaba entre los malos ánimos, el aislamiento, la depresión y hasta desmayos por la mismas falencias en su alimentación.

Tanto la bulimia como la anorexia son enfermedades provocadas por múltiples factores y los más influyentes son principalmente los factores inherentes a la familia, el entorno sociocultural, el excesivo interés por la moda, la autoestima baja, la escala de valores distorsionada y la susceptibilidad de poder padecer estas enfermedades.

Existe una predisposición personal ante este tipo de enfermedades y los factores pueden ser diversos, generalmente producen sus efectos desencadenantes en los inicios de la adolescencia, cuando los cambios en el cuerpo y el organismo comienzan a producirse, pero aún así, esto que llamamos ´factores´ no son en sí suficientes, pues todas las personas están en contacto con estos y sin embargo no todos desencadenan este tipo de patologías.

María Luz, de 23 años, vivió su propio infierno por más de cinco años. Una relación difícil con sus padres, que creían en la necesidad e importancia de poseer una figura esbelta, sobre todo su madre, fue uno de los motivos desencadenantes de su bulimia. "Pasaba de no comer a comerme todo con desesperación y a escondidas, y después vomitar. Me pesaba todo el tiempo y sentía mucha culpa", confiesa.

Hoy sabe que el proceso es largo y aún le queda tiempo por cumplir pero está contenta porque se siente mejor. "Había perdido amigos, mentía, me escondía. Algunas cosas de a poco fueron cambiando, igual todavía me quedan muchas más, pero sé que voy bien".

Camino de recuperación

A pesar del aumento de casos a lo largo de los años, la concreción de la consulta o el pedido de ayuda no resulta fácil de exteriorizar.

Al menos en el ámbito de la nutricion-psicologíca donde el reconocimiento del trastorno implica la aceptación del problema y futuro camino de recuperación.

Hay casos en que las alteraciones en la alimentación se presentan como un síntoma más, dentro de un panorama general, e incluso el paciente puede no ser consciente de que está padeciendo un trastorno alimentario.

Tal vez, tanto la facilidad como la misma necesidad de recurrir a un nutricionista para bajar de peso hace que en ese campo las consultas sean más abiertas e incluso sea posible advertir las señales de alguna conducta de desorden.

Tengo muchas consultas de este tipo de pacientes, y lo importante en el consultorio es saber detectar estas enfermedades, en aquellos que reúnen determinadas características que hagan sospechar que estamos frente a un posible cuadro de desorden alimentario.

Y aún cuando es tan importante para su recuperación, el reconocimiento por parte del individuo y la ceptación de la enfermedad, cuesta entender que se carezca de programas organizados y normatizados a nivel estatal, para su tratamiento y apoyo,con la consiguiente dificultad a la hora de hacer consultas en Hospitales y lugares de atencion primaria de la salud.

Los programas de prevención, en determinados momentos, se realizan de manera masiva, pero lamentablemente no prosperan

Generalmente, cuando se efectúan las consultas, se dan en forma tardía, cuando la enfermedad ya está instalada. En ese sentido se ve reforzada la necesidad de prevención, siendo imprescindible que se establezcan programas preventivos que actúen sobre las poblaciones más vulnerables, la preadolescencia y la adolescencia, con acciones que funcionen sostenidas en el tiempo.

A veces, es difícil formar un equipo multidisciplinario para tratar enfermedades multifactoriales como, en este caso, los desórdenes alimentarios. A veces la desinformación profesional, o la falta de cobertura de las obras sociales o la alta demanda en los organismos públicos hacen dificultosa la formación de programas para tratar enfermedades en general, no sólo estas sino otras, crónicas, como la obesidad.

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