Ahora nuestros labios son un "fruto maduro", un "sabroso mango", pero si no los cuidamos mejor ni suponer en qué se podrán convertir.
Te cuento un par de secretos para que tengas en cuenta. Por ejemplo, debes saber que los labios no tienen glándulas sebáceas (las que podrían proveerlos de "grasita protectora". Por eso se resecan y se agrietan más que otras partes del cuerpo. Así que ¡a tomar mucha agua! porque de nada sirve que te pongas cremas humectantes por fuera ya que la hidratación debe venir desde adentro. Dos litros por día... o tres, si te animas.
Pero en invierno no es suficiente ni eso. Va acompañado por una crema humectante que, si es posible, también debe servir para contrarrestar los efectos del viento, el frío y demás. Vas a notar que si la usás antes de acostarte, por la mañana tus labios estarán suaves y voluminosos sin necesidad de botox o como se llame.
Hay gran cantidad de pequeños músculos alrededor de la boca. Muévelos y te darás cuenta. Pero esos movimientos que haces todo el día van marcando unas "líneas de expresión" que se profundizan con el paso del tiempo. En esos lugares puedes aplicarte miel, cuyos efectos son maravillosos.
También influye, y mucho, lo que comes. Tu piel necesita vitamina C y vitamina E (averigua cuáles son los alimentos ricos en esas dos "coenzimas").
Otra cosa: cuando comes algo muy ácido o muy salado, toda la zona de la boca se impregna de eso y la piel comienza a irritarse. Por eso, al terminar de ingerirlo, no alcanza con que te pases una servilleta. Tienes que lavarte la región afectada y secarla bien, y no simplemente lamerte o ponerte a hacer muecas que van a dejarte quizá hasta lastimaduras.
Cuando ya no seas adolescente, el asunto se va a complicar pero por ahora lo que María aconseja es suficiente. Porque estamos previniendo, para no estar lamentando dentro de unos años.
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Viajando por Nuestro Mundo
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