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LA MALDICION DEL FARAON ADOLESCENTE

En 1922 se realizó el descubrimiento arqueológico de la tumba intacta de Tutankamon, el adolescente y no demasiado importante faraón egipcio de la XVIII dinastía casado con una hija de la reina Nefertiti y muerto a los dieciocho años de edad.

El hallazgo será uno de los más importantes de la historia, al encontrarse la tumba tal y como la dejaron en su momento. Pero también será uno de los más famosos, no por su importancia histórica, si no por la oscura leyenda de la maldición que cayó sobre todos los personajes relacionados.

Vamos a ver qué pasó:

Para empezar, pocos meses después del hallazgo, un señor con el rimbombante nombre de George Edward Stanhope Molineux Herbert, quinto conde de Carnarvon (1866-1923), egiptólogo y filántropo, que financiaba los trabajos del arqueólogo descubridor de la movida, Howard Carter (1873-1939), fue picado por un mosquito. Poco después, afeitándose se cortó la hinchazón producida por la picadura. El 5 de abril de 1923 fallecía en El Cairo víctima de una septicemia (infección generalizada).

Según la leyenda, en el momento exacto de la muerte del conde con el nombre largo, se produjo un apago en la capital egipcia.

Esto avivó las especulaciones referentes a la maldición que, según las ancestrales tradiciones egipcias, habría de caer sobre aquellos que profanasen las tumbas de sus faraones.

Poco después, dos hermanastros y la esposa del conde también fallecían, al igual que su ayudante, un tal A. C. Mace, y el secretario de Carter, Richard Bethell, el hijo de Lord Westbury, que se suicidó, desesperado, al año siguiente, arrojándose al vacío desde la ventana de su apartamento.

Curiosamente, a la mañana siguiente, la carroza fúnebre que transportaba su cuerpo al cementerio atropelló y dio muerte a un niño de ocho años, increíblemente, sobrino de Alexander Scott, un funcionario del Museo Británico que trabajó en el reconocimiento de la momia del faraón.

Un año después de la muerte de Carnarvon, el profesor J.S. Mardrus, un egiptólogo francés de renombre, abonó el tema de la maldición apoyándose en un grave episodio de peste ocurrido en el Egipto Superior y la muerte de cuatro personas vinculadas directamente con la tumba de Tutankamon. Para Mardrus, esta tumba contenía, invioladas, “Todas las cosas que los sacerdotes y los maestros de ceremonias funerarias podían colocar contra los profanadores”. El Egiptólogo Arthur Weigall, que había estudiado la momia de Tutankamon, murió súbitamente aquejado de unas fiebres desconocidas y Archibald Douglas Reid , que también falleció repentinamente mientras analizaba la momia con rayos X

En diciembre de 1966 moría atropellado por un auto el director del Departamento de Antigüedades del Museo de El Cairo, Mohammed Ibrahim. El hombre acababa de aceptar, a regañadientes, el traslado a París de una colección de objetos de arte de la tumba de Tutankamon. La exposición se realizó finalmente en el Petit Palais parisino, en febrero de 1967. Se recuerda, todavía, que el avión que transportaba desde El Cairo el valioso cargamento de reliquias del faraón tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en Orly a raíz de fallas en el sistema de frenado.

Un total de 35 personas vinculadas a una momia murieron extrañamente.

¿Verdad o mentira? ¿Maldición o casualidad?
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